sábado, 26 de diciembre de 2015

Cuento de Navidad

Dedicado a mi amiga Maripe Saavedra, verdadera artífice del milagro del Comedor Social.


Y le visitó el fantasma de las Navidades Pasadas y le mostró cómo había comenzado todo:
Vio a una antigua concejal visitando el Comedor Social de Móstoles junto a otros compañeros de Corporación para hacerse una idea de cómo funcionaba un proyecto de tal calado.
La vio más tarde yendo al banco de alimentos de Fuenlabrada, al polígono de El Lomo, a todas las grandes superficies como Mercadona, Lecrerc, Ahorramás para conseguir compromisos de suministro de comida... también le mostró el fantasma cómo Ibercaja había aceptado colaborar para que el Comedor Social arrancase tras la negativa de otras cajas de ahorros y bancos.
Por si fuera poco, le mostró aquel espectro cómo había conseguido aquella señora que hosteleros de la localidad le regalasen cámaras frigoríficas para la carne y el pescado que comenzaba a llegar a la Casa San José de forma milagrosa. Se detuvo en una escena concreta:
Un bar que iba a cerrar en la calle Stuart le donaba un congelador a estreno.
- Podría sacar unos euros por esto, pero prefiero donarlo para la gente que lo necesita ¿y si me veo yo así en un futuro? - decía la chiquilla mientras cargaban el arcón en una furgoneta.
Después vinieron las huchas solidarias, las donaciones particulares que habían llenado la cuenta bancaria para comprar comida, la contratación de ayudantes de cocina, la paellera gigante para hacer arroz los viernes, las colectas de asociaciones, de clubes deportivos, de CESPA, las huchas en farmacias, bares, comercios... e incluso le enseñó como tres cocineros con estrella Michelin habían cocinado en aquellos fogones de las monjas para promocionar el Comedor.
Ella, al despertar de aquel sueño, dijo: "¡Paparruchas!".
Tenía claro lo que quería hacer con el Comedor Social. Ni le gustaban las monjas, ni la caridad, ni que aquella obra social se hubiese construido de tal forma.
Le daba igual despedir a dos personas, cerrar los fogones del Comedor convirtiéndolo en un supermercado o que los más necesitados dejasen de comer caliente a diario si en sus hogares no tenían gas natural o butano para poder cocinar.
-¡Paparruchas! - volvió a decir.
Al siguiente día le visitó en sueños otra aparición, el espíritu de las Navidades presentes.
Le mostró el fantasma  a una monja, aquella que gestionaba el Comedor Social.
Estaba la hermana repartiendo las últimas raciones antes del día 4 junto a los cocineros que pronto estarían en el paro.
Había sido un milagro que las grandes tiendas hubieran enviado hasta marisco, conejo y solomillos. Era una suerte que los usuarios del Comedor tuvieran en sus mesas una comida y cena especial como el resto de vecinos con recursos.
Allí no había colas esperando, pues cada usuario tenía una hora de recogida para evitar estigmas innecesarios. No era cierto aquello que había respondido en el Pleno.
Quizás era fruto de su desconocimiento sobre el funcionamiento del Comedor al que ni siquiera había visitado.
Ella sólo se había limitado a secar la financiación del proyecto y a gastar en 4 meses la cuenta de donaciones de ciudadanos particulares en otros menesteres. A dejarlo morir.
Las Navidades Presentes para los pobres usuarios del Comedor Social serían las últimas en las que recibieran comida caliente, una comida preparada con mimo por aquellas monjas que reservaban la mejor carne y el mejor pescado para esas fechas tan señaladas en el calendario de Dios.
Se despertó un poco contrariada y dijo aquello de "¡Paparruchas!".
Pero el tercer día de sueño fue el peor, pues recibió la visita del fantasma de las
Navidades Futuras:
Ella se veía sin nada, sin recursos debido a una jugarreta del destino. No tenía a nadie, tampoco un mísero euro para comprar pan.
Su casa estaba fría, sin luz ni agua. Solo cuatro paredes descarnadas. Era demasiado mayor para que nadie le diera trabajo y ni los sindicatos a los que tanto debía querían ayudarla.
Sintió mucha hambre. Se vistió corriendo y acordándose del Comedor Social fue corriendo a su puerta para que al menos le sirvieran un plato de comida o le obsequiaran con una pieza de fruta.
Nadie abrió. Ya no existía aquello. Y recordó el primer sueño, el de las Navidades Pasadas y aquella chica triste por el cierre de su local diciendo:

- ¿Y si me veo yo así en un futuro? 





Javier Lindo Paredes

Concejal del Partido Popular





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