lunes, 21 de diciembre de 2015

Una España ingobernable

Acabo de releer en mi blog de Viriato, una entrada del 2008 titulada "La Traición de la Gaviota" en la que me quejaba amargamente del giro al centro de la nada que Mariano Rajoy estaba imprimiendo a mi partido, al Partido Popular.
Sirva esto para demostrar que no me apunto a la filosofía de hacer leña del árbol caído y que algunos no nos hemos movido ideológicamente de la derecha social que conforma la gran base de afiliados del PP desde su refundación por parte de José María Aznar.
Si ha surgido en Cataluña una formación como Ciudadanos en la última década ha sido por la desidia del PP, que dejó de defender allí los valores de una España como única nación y se dedicó a otros menesteres, como caer bien a los nacionalistas de salón.
Si esto fue en Cataluña, en el País Vasco ha sido corregido y aumentado con la salida más que comprensible de personas de la talla moral de María San Gil, Ortega Lara o Santiago Abascal, integrantes en otro tiempo de una formación heroica allí en el País Vasco.
De los nombrados a un tal Maroto (ejemplo de la renovación que quiere imponer Rajoy sin primarias), ese alcalde que decía que su peluquera era de Bildu y era muy maja, media un abismo de valores y de ideales que han condenado al PP a fuerza residual en Euskadi.
Y de aquellos polvos... estos lodos.
Anoche se vivió una noche muy triste para España, pues el escenario que se abre ahora es una nación ingobernable.
Si alguien pensaba que el final del bipartidismo iba a cambiar las cosas y que por fin podríamos librarnos de aquellos chantajes de los nacionalistas excluyentes que sufrieron desde González a Zapatero pasando por Aznar, se habrá dado cuenta de que estaba equivocado y de que Pedro Sánchez solo formaría gobierno junto a Podemos si cuenta con socios incómodos como ERC o la antigua derecha catalana, ahora independentista, del clan de los Pujol y Mas.
Hablo del PSOE de Sánchez porque todos conocemos la trayectoria de su partido, que antepone el poder a cualquier tipo de línea roja, por muy letal que sea para España el cruzarla.
Solo habrá gobierno si Sánchez concede a Cataluña la ansiada independencia y deja a Coleta Morada campar a sus anchas y aniquilar la economía y las libertades al estilo de su idolatrada Venezuela.
El PSOE está sentenciado si pacta con Podemos, pues esta criatura de marcada naturaleza radical encontrada entre los restos de la morgue complutense, acabará terminando con los despojos de un partido socialista avocado a convertirse en andaluz, extremeño y poquito más.
Por otro lado está Ciudadanos, la gran decepción de la noche electoral. Su nefasta campaña ha permitido que el PSOE siga como segunda fuerza política y su indefinición ante temas capitales como la educación o como su posible política de pactos, ha decantado la balanza del voto a la formación de Pablo Iglesias.
Rivera ha querido ser tan neutral, que se ha cargado a su formación hasta en Cataluña, donde parecía que podía ser la fuerza más votada y se ha quedado en los niveles del peor PP.
Ir de la mano de Pablo Iglesias, hablar en plural como "nosotros los representantes del cambio y de la nueva política" han acabado por aburrir al personal como cuando los televidentes se cansaron de Agustín Bravo o de Ramón García. El marketing tiene estas cosas.
Lo preocupante, lo que de verdad me da miedo de este nuevo panorama, es la violencia que comenzará ahora por lo efectiva que ha resultado como arma electoral.
Si Sánchez comenzó a remontar en las encuestas tras mostrarse agresivo y vulgar en el debate contra Rajoy, si las reacciones en las redes sociales y en los medios de comunicación ante un puñetazo al presidente fueron justificaciones y excusas en vez de una condena unánime, me temo que nos espera un futuro muy oscuro. A cara de perro.
Lo más seguro es que estemos en la antesala de unas nuevas elecciones generales o cerca de la rendición del Estado de Derecho ante un pacto de izquierdas y nacionalistas que culminen en la ruptura de España como nación tal cual la conocemos.
Si resulta lo primero, será lo más parecido a una segunda vuelta que se ha visto en España, pues la gente votará con miedo a que se reproduzca un parlamento a lo griego o italiano pensándose muy bien su voto.
También las campañas electorales cambiarán sensiblemente y quizás la derecha mediática centre sus esfuerzos en derribar al verdadero enemigo, a Podemos, en vez de apuntar a la cabeza de un posible aliado como Ciudadanos al que ha masacrado estos últimos quince días.
Si resulta lo segundo, si hay finalmente acuerdo entre socialistas, podemitas y nacionalistas... estaremos ante un golpe de estado por la puerta de atrás que hará volar por los aires la Transición del 78 y debilitará España para los restos.

Ojalá dentro de ocho años, lea este artículo y pueda decir que me equivocaba.




Javier Lindo Paredes

Concejal del Partido Popular


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