domingo, 20 de diciembre de 2015

El Aguinaldo

Estamos en tiempos de Navidad, y entre otros muchos motivos que se recuerdan desde antiguo, está la petición del tradicional aguinaldo. Una dádiva que según algunas crónicas antiguas se remonta a la época de Roma, cuando era propio obsequiar con higos, dátiles o miel a los iguales. 

Después, en los tiempos de Augusto o Calígula, vinieron en que el regalo alcanzaba a las monedas, joyería o medallas de plata. El origen del vocablo aguinaldo descansa, según un autor del siglo XIX, en el país galo, en base a la costumbre que tenían hace siglos de regalarse a principios de año fragmentos de muérdago sagrado, diciendo: «Gui l’an, o sea, muérdago del año –y de ese quilan ha venido el aguilando o aguinaldo». Sebastián de Covarrubias, en su obra el Tesoro de la lengua castellana, lo recoge así: «El aguinaldo es lo que se presenta de comer o vestir por la fiesta de la Navidad, a cuyo presente llamaron los latinos xeniun, munus hospitibus saxi solitum, y que de esta palabra mudando la x en g se dijo genialdo, y añadiendo el artículo agenialdo, y corrompido del todo aguinaldo. La voz aguinaldo la quieren unos derivar de la lengua hebrea, otros de la árabe, y otros de la griega; no faltando quien quiera que se derive de aplaudo o aglaudibus, bellotas, fundamentándolo en que en este tiempo se acostumbraba a dar a los niños nueces y bellotas con que jugasen». 


En la etapa Borbónica el aguinaldo se daba en reales de vellón. Ha sido parte de la cultura de los pueblos de España hacia toda clase de gremios: panaderos, barrenderos, empleados de la fábrica del hielo, lecheros, pescaderos, fruteros, carteros, serenos, repartidores de toda clase de comercio, faroleros, y todo elenco de personas que se movían en torno a un servicio; en especial llegados los días del inicio de la Navidad, cuando era propio “pasar una tarjetita” felicitando las Pascuas a quienes estaban al servicio público. Pero claro, dirá usted amable lector que falta un personaje típico de aquellos días de la década de los años cincuenta del siglo pasado, aquel personaje con un casco blanco o gorra en la cabeza que regulaba el tráfico los trescientos sesenta y cinco días del año, y que estaba al servicio del orden en las poblaciones, como Aranjuez, me refiero al Policía Municipal. Él también pedía el aguinaldo de Navidad en los cruces del pueblo ribereño. 


El origen de petición del aguinaldo por la Policía Municipal en Aranjuez se remonta al año 1956 o 1957, al unísono de comenzar esta actividad en capitales como Madrid, Barcelona, Valencia, etcétera. Recuerdo, siendo adolescente, cómo a los policías o guardias municipales, el ciudadano, comerciante, industrial, etcétera, les daban el aguinaldo en sus puntos de servicio, donde previamente habían instalado unos cubetos de maderas altos, en cuyo centro estaba la figura de madera de un policía municipal pintado como tal, al que se le anudaban unos globos a la altura del hombro, figurando la imagen del guardia en posición de dirigir el tráfico. Creo recordar que los primeros regalos los entregó el Vespa Club por medio de Casa Marcos, proveedor y patrocinador en aquella época de Vespa en Aranjuez. 

El Sr. Marcos tenía una tienda de venta y reparaciones de motos y bicicletas entre el cine Canina y la desaparecida librería Garpaje. Los puntos de recogida del aguinaldo por los Guardias eran los siguientes: dos puestos en los arcos de subida y otro en el de bajada en la intersección con la calle de San Antonio. Otro en la Carrera de Andalucía a la altura del bar El Brillante. Otro en la misma Plaza de Santiago Rusiñol, en los aledaños de la antigua Oficina de Información y Turismo, al lado de El Rana Verde. Otro en las Cuatro Esquinas. Otro en las confluencias de las calles Almíbar con calle San Antonio, cerca del restaurante Casa Pablo. Otro punto en la misma calle del Almíbar a la altura del cruce con calle del Gobernador, donde en un tiempo estuvo la Churrería Grego –en la actualidad Óptica Lohade– y los Colegios Públicos. También se ponían en la calle de Stuart con la del Gobernador junto a la farmacia de José Luis Toro y la desaparecida tienda de Ultramarinos Cuesta. 

El reparto del aguinaldo se efectuaba de forma equitativa y gran compañerismo: primero se “apartaba” una buena cantidad para el Asilo de las Hijas de la Caridad, ubicado entonces en la calle del Rey, frente al desaparecido Cocedero de Mariscos San Antonio. Y después se pasaba a realizar lotes por tantos agentes como tenía la plantilla, estuviesen de baja por enfermedad, vacaciones o en activo. 

Era un festival de sabor navideño y colorido en casi todo el centro de Aranjuez donde el ciudadano colaboraba con el agente, dejando si es que los había los rencores en el olvido. La Policía Municipal en aquellos tiempos estaba muy ligada a la ciudadanía por ser una población bastante menor y conocerse entre ellos. 

En la Democracia estaba “mal visto” que el Guardia Municipal pidiese el aguinaldo. No faltó algún político que dijo aquello de: “No es propio de un Policía pedir el aguinaldo, ya
tenéis vuestro sueldo, sois unos privilegiados”. Como hijo de Policía Municipal, pude constatar la vida de aquellos hombres de ley y orden, que fueron ejemplo de tolerancia, respeto y sacrificio al vecindario, y que para nada estaban entonces bien pagados, hasta el punto de tener que realizar otras ocupaciones complementarias para aportar más ingresos al hogar. 

Nadie puede decir que sea deshonroso pedir el aguinaldo, tal como los chiquillos hacían cuando pasaban a los bares o llamaban a las puertas tocando las panderas y zambombas, para tras la pertinente canción navideña, extender la pandereta para recibir buenamente el apreciado premio.






José Luis Lindo Martínez

Cronista Oficial de Aranjuez

El Rincón del Cronista



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por opinar en La Voz de Aranjuez