Reconozcámoslo, nadie daba un duro por Rajoy
hace un par de días, cuando las encuestas vaticinaban el sorpasso de Podemos al
PSOE y todo apuntaba a un frente de izquierdas antiPP, pero la política en
España se ha convertido en algo tan fluctuante como la Bolsa o las apuestas
deportivas.
Rajoy ha ganado las elecciones y quien aquel
partido que le impida gobernar estará poniéndose alrededor del cuello una soga
de ahorcado, pues la sociedad española no entendería que egos personales y
ambiciones propias nos llevaran de nuevo a las urnas en seis meses.
Rajoy ha ganado y ha desconcertado a la
opinión pública y a los opinólogos profesionales. Quizás su manera
personalísima de entender la política nos ha cogido a todos por sorpresa y
mientras muchos no dábamos crédito a la política ramplona del presidente en
funciones, él, o Él (pues se ha convertido en el Pantocrátor del Partido
Popular) lo tenía todo controlado. Confiad en mí. Keep calm.
Aún así, las elecciones han sido un gatillazo sin bala en
la ruleta rusa del destino político español. Juego endemoniadamente peligroso
para la sociedad en su conjunto. Por tanto, no debemos darnos por satisfechos
aquellos que pensamos que la amenaza populista de Podemos tarde o temprano
volverá a llamar a nuestras puertas. Recuerden aquello del tic, tac, tic, tac.
Si me alegro especialmente por algo, hoy 28
de mayo, no es por el resultado cosechado por mi
partido (el cual debería tener
como punto de referencia el techo electoral de 2011 y no el del 20D) sino por
el tortazo que se han dado los payasos de la tele, es decir, Iglesias y
compañía.
Ha sido una grata sorpresa comprobar que la
política sigue siendo un poco más seria para los españoles que un programa de
entretenimiento o una hora de focos en prime time, aunque desgraciadamente
todos los líderes de cualquier punto del espectro político hayan tenido que
hacer el indio en El Hormiguero, bailar, ser entrevistados por niños, hablar de
sexo y pasar por los sofás de Bertín o Risto Mejide. Tanto monta, monta tanto.
Según parece, los chicos de Iglesias no son
otra cosa que un juguete roto a los que la gente ya comienza a aborrecer. Se
les rompió el amor, de tanto usarlo.
No pasa nada, es lo normal en un país occidental
en el que hemos tenido por épocas hasta en la sopa a Belén Esteban, a Chiquito
de la Calzada, al Chiquilicuatre, a Bart Simpson o a Tamara (después Ámbar y
finalmente Yurena).
Por muy comunista que se declare el de Fort
Apache, o socialdemócrata at last time, Pablo Iglesias no puede pretender
entretener (o engañar) a España sine die con sus intervenciones televisivas a
lo Aló Presidente. Los frikis cansan, que se lo digan a Cárdenas y a su Carlos
Jesús. O al Arlequín, a Paco Porras y a La Veneno.
Yo hace meses se lo decía a un amigo mío...
acabarás viendo a Pablo Iglesias mendigar minutos de audiencia en el Sálvame de
Jorge Javier Vázquez como cuando aparecía Leonardo Dantés en el Tomate.
O tal vez en programas de humor como cuando
estuvo de moda aquel hombre tan feo llamado Bernardo que cantaba "Entre
las sombras nocturnas". O incluso a Errejón colgándose de las palmeras de Cayo
Paloma en Supervivientes mientras entona la Internacional. Al tiempo.
Pero tras el descojone de un país, que está
bien para un rato o para los grupos del Whatsapp, no debemos olvidar cuales son
los objetivos de esta gente, de este cártel de poder bolivariano. No podemos
obviar que son los chicos de la Complutense y del escrache a Rosa Díaz, de los asaltos
a las capillas católicas, de la subvención venezolana e iraní, de las
agresiones en Barcelona, de las becas black y de los bebés diputados por un día.
No son otra cosa que los amigos de Otegui, de
los titiriteros del Gora Alka ETA y los mismos que hace dos días aseguraban que
debíamos salir de Europa y volver a la peseta. Los abrepuertas de
Varoufakis, de
Tsipras y de Maduro.
Ahora, lejos de aceptar el resultado
electoral y después de haber perdido más de un millón de votos, hablan de
pucherazo y desean desde sus cuentas fake de Twitter y Telegram que se mueran
todos los viejos de España porque votan al PP. Ya saben ustedes, arderéis como
en el 36 y demás lindezas.
Llama poderosamente la atención que en la
patria de Er Kichi, de la Carmena y de todos los alcaldes del cambio, los
sufridores ciudadanos hayan retirado masivamente su confianza a los
representantes de Podemos y sus marcas blancas. Será culpa también de Losantos
y de Inda. Y de Franco, por "descontaó".
Pero éstos, que sin televisiones y shows no
pasarían del 10% del electorado como le sucedía a IU, han conseguido más del
20% de los votos gracias a la cobertura mediática de dos grupos audiovisuales que
copan las cadenas de televisión. Como decía Martov, camarada de Trostki, la
propaganda es una lluvia fina que va calando, pero este último año lo de las
televisiones (sobre todo La Sexta y Cuatro) ha sido un chaparrón de publicidad
podemita sin precedentes. Es para hacérselo mirar.
Así que la tormenta mediática arreciará de
ahora en adelante. Por ello, si no les ha votado pónganse el impermeable y
acepte sin remilgos la etiqueta que estos demócratas le quieran imponer al
dente.
¿Tiene usted un negocio o una empresa? Es un
neocón y un negrero.
¿Quiere hablar español en Barcelona? Charnego
opresor e imperialista.
¿No le gustan las odas a los coños ni las
Reinas Magas de burdel? Es usted un opusino recalcitrante y un reprimido
sexual.
¿Ha votado al PSOE? Casta ¿Cs? Ultrasur y farlopero ¿Al PP? O es Ud. un viejo o un corrupto. O ambas dos.
Háganme caso, lleven el sambenito con
dignidad, asuman que están demodé, y
que no tienen derecho ni a la expresión ni a la opinión libre. Y ya veremos si
a la vida. Todo se andará.
Javier Lindo Paredes