Dicen los libros de historia, que hubo un
tiempo en que Manaos era una de las más bellas y florecientes ciudades del
Amazonas brasilero.
Convertida en uno de los principales puertos
fluviales del Brasil debido a la fiebre del caucho causada por la proliferación
de los automóviles de Henry Ford, Manaos fue una metrópolis llena de vida,
boato y lujo.
De hecho, allí se erige todavía una de las
construcciones más espectaculares del mundo dedicadas a la música: el Teatro Amazonas.
Está por confirmar aún que aquella maravilla
arquitectónica, construida con los mejores materiales provenientes de todo el
orbe, tuviera el honor de albergar entre sus muros la actuación del mítico tenor Enrico Caruso. Al menos especula con esta hipótesis el novelista Vázquez-Figueroa en su obra que lleva por nombre "Manaos".
La gloria de aquella ciudad fue efímera, como
suele serlo todo esplendor.
Aquella urbe denominada Corazón del Amazonas,
capaz de pagar en el siglo XIX el dispendio de transportar desde el puerto de
Belem, Amazonas arriba, toda la parafernalia necesaria para la inauguración de
su Teatro con la ópera italiana "La Gioconda", fue tragada
literalmente por la jungla a principios del siglo XX, tras la invención del
caucho sintético producido de manera masiva en las fábricas asiáticas. Este
avance científico derivó en la ruina y decadencia de Manaos como principal
productor del preciado material.
Aún hoy, son innumerables los edificios
coloniales de aquella ciudad invadidos por lianas y plantas tropicales. Incluso
el Teatro Amazonas, a mediados del siglo XX, se encontraba abnegado de ramajes
y plantas trepadoras propias de la selva.
Aranjuez, en pleno 2016, recuerda
peligrosamente a Manaos, por lo que fue y por lo que se ha
convertido.
La desidia institucional ha devorado nuestro
pueblo y solo hace falta dirigir nuestra mirada a barrios como La Montaña, Agfa
o Las Aves para darse cuenta de que necesitan urgentemente una operación de
desbroce y mantenimiento de sus zonas ¿verdes? y parcelas.
Es más, tan solo con asomarnos a las redes
sociales, a páginas como La Voz de Aranjuez, podemos encontrar innumerables
quejas vecinales sobre hierbajos, matorrales y calles propias de Manaos, pero
sin necesidad de viajar 8000 kilómetros ultramar.
El Ayuntamiento de Aranjuez, cuenta entre su
sobredimensionada plantilla con apenas una docena de jardineros (algunos hasta liberados
sindicales). Parece mentira, pero entre más de 300 personas dedicadas a la cosa
pública que cobran de nuestros impuestos, solo diez o doce se dedican a
mantener nuestras vastas zonas verdes, parques y jardines.
La legislatura pasada, ante la imposibilidad
de contratar nuevos jardineros por culpa de la brutal deuda heredada del
gobierno de Dionisio y Cristina Moreno, no hubo otro remedio que utilizar
fórmulas como los programas de colaboración social.
Gracias a estos programas, más de 200
personas que estaban en el paro tuvieron la posibilidad de formarse y trabajar
para su ciudad en disciplinas tan heterogéneas como la jardinería, la
albañilería, instalación de sistemas de riegos y un largo etcétera.
Cristina Moreno y su equipo no tardaron en
tachar aquellos programas de esclavismo camuflado, de trabajo indecente y
precario. Sin embargo, a pesar de sus denuncias, los trabajadores que se
acogieron a aquellas modalidades de contratación siguen pidiendo en la actualidad
que se repitan, pues como decía Karl Marx (los socialistas son marxistas solo a
ratos) "el trabajo dignifica al hombre".
Por culpa de premisas equivocadas, el actual
equipo de gobierno socialista se ha encastillado en su tesis de no recurrir a
estos programas de colaboración social que salían gratis, o muy baratos, a los
ribereños y que mantenían en perfecto estado de revista las zonas verdes o
espacios que en la actualidad lucen abandonados, como el Parque de La Azuda.
Con doce jardineros es inviable que Aranjuez
esté cuidado. Es un disparate. ¿Plan B? Ninguno.
Debido a esta obstinación e intransigencia, muchas
personas útiles y con ganas de trabajar siguen en el paro. Centenares de
curritos a los que dicen defender, se quedan cada mañana en sus casas en vez de
ser útiles para la comunidad.
Me temo que Aranjuez, al igual que Manaos, ya
no vive tiempos de gloria desde hace décadas y necesita en estos momentos
medidas urgentes contra la proliferación de hierbajos, futuras plagas de
mosquitos y garrapatas y sobre todo, medidas contra la inutilidad manifiesta de
este desgobierno que nos asuela.
Al igual que Manaos, Aranjuez puede verse
avocado a ser un Palacio y unos jardines oculto por lianas, retamas y cardos
borriqueros.
Es indispensable que se haga algo de manera
urgente o puede que Manaos esté peligrosamente más cerca de Aranjuez que esos
7500 kilómetros geográficos que nos separan.
Javier Lindo Paredes
Concejal del Partido Popular