Dedicado a mi amiga Maripe Saavedra, verdadera artífice del milagro del Comedor Social.
Y le
visitó el fantasma de las Navidades Pasadas y le mostró cómo había comenzado
todo:
Vio a una
antigua concejal visitando el Comedor Social de Móstoles junto a otros
compañeros de Corporación para hacerse una idea de cómo funcionaba un proyecto
de tal calado.
La vio más
tarde yendo al banco de alimentos de Fuenlabrada, al polígono de El Lomo, a todas
las grandes superficies como Mercadona, Lecrerc, Ahorramás para conseguir
compromisos de suministro de comida... también le mostró el fantasma cómo
Ibercaja había aceptado colaborar para que el Comedor Social arrancase tras la
negativa de otras cajas de ahorros y bancos.
Por si
fuera poco, le mostró aquel espectro cómo había conseguido aquella señora que
hosteleros de la localidad le regalasen cámaras frigoríficas para la carne y el
pescado que comenzaba a llegar a la Casa San José de forma milagrosa. Se detuvo
en una escena concreta:
Un bar
que iba a cerrar en la calle Stuart le donaba un congelador a estreno.
-
Podría sacar unos euros por esto, pero prefiero donarlo para la gente que lo
necesita ¿y si me veo yo así en un futuro? - decía la chiquilla mientras
cargaban el arcón en una furgoneta.
Después
vinieron las huchas solidarias, las donaciones particulares que habían llenado
la cuenta bancaria para comprar comida, la contratación de ayudantes de cocina,
la paellera gigante para hacer arroz los viernes, las colectas de asociaciones,
de clubes deportivos, de CESPA, las huchas en farmacias, bares, comercios... e
incluso le enseñó como tres cocineros con estrella Michelin habían cocinado en
aquellos fogones de las monjas para promocionar el Comedor.
Ella,
al despertar de aquel sueño, dijo: "¡Paparruchas!".
Tenía
claro lo que quería hacer con el Comedor Social. Ni le gustaban las monjas, ni
la caridad, ni que aquella obra social se hubiese construido de tal forma.
Le daba
igual despedir a dos personas, cerrar los fogones del Comedor convirtiéndolo en
un supermercado o que los más necesitados dejasen de comer caliente a diario si
en sus hogares no tenían gas natural o butano para poder cocinar.
-¡Paparruchas!
- volvió a decir.
Al
siguiente día le visitó en sueños otra aparición, el espíritu de las Navidades
presentes.
Le mostró
el fantasma a una monja, aquella que
gestionaba el Comedor Social.
Estaba
la hermana repartiendo las últimas raciones antes del día 4 junto a los
cocineros que pronto estarían en el paro.
Había
sido un milagro que las grandes tiendas hubieran enviado hasta marisco, conejo
y solomillos. Era una suerte que los usuarios del Comedor tuvieran en sus mesas
una comida y cena especial como el resto de vecinos con recursos.
Allí no
había colas esperando, pues cada usuario tenía una hora de recogida para evitar
estigmas innecesarios. No era cierto aquello que había respondido en el Pleno.
Quizás era
fruto de su desconocimiento sobre el funcionamiento del Comedor al que ni
siquiera había visitado.
Ella
sólo se había limitado a secar la financiación del proyecto y a gastar en 4
meses la cuenta de donaciones de ciudadanos particulares en otros menesteres. A
dejarlo morir.
Las
Navidades Presentes para los pobres usuarios del Comedor Social serían las
últimas en las que recibieran comida caliente, una comida preparada con mimo
por aquellas monjas que reservaban la mejor carne y el mejor pescado para esas
fechas tan señaladas en el calendario de Dios.
Se
despertó un poco contrariada y dijo aquello de "¡Paparruchas!".
Pero el
tercer día de sueño fue el peor, pues recibió la visita del fantasma de las
Navidades Futuras:
Ella se
veía sin nada, sin recursos debido a una jugarreta del destino. No tenía a
nadie, tampoco un mísero euro para comprar pan.
Su casa
estaba fría, sin luz ni agua. Solo cuatro paredes descarnadas. Era demasiado
mayor para que nadie le diera trabajo y ni los sindicatos a los que tanto debía
querían ayudarla.
Sintió
mucha hambre. Se vistió corriendo y acordándose del Comedor Social fue
corriendo a su puerta para que al menos le sirvieran un plato de comida o le
obsequiaran con una pieza de fruta.
Nadie
abrió. Ya no existía aquello. Y recordó el primer sueño, el de las Navidades
Pasadas y aquella chica triste por el cierre de su local diciendo:
- ¿Y si
me veo yo así en un futuro?
Javier Lindo Paredes
Concejal del Partido Popular