¿Qué puede decirnos Spinoza, un filósofo del siglo XVII, sobre el ominoso acuerdo para otorgar medios a los partidos políticos del Pleno Municipal entre el PSOE y el PP en Aranjuez? Pues parece ser que bastante. Spinoza nos advierte sobre la superstición, nos previene sobre la esperanza, condena la sumisión y alerta sobre las pasiones tristes. Como él mismo nos dice en el Tratado Teológico-Político: ¿Por qué luchan los hombres por su servidumbre como si se tratara de su salvación?.
Spinoza nos dice en la Ethica que “no hay esperanza sin miedo, ni miedo sin esperanza” porque quien está pendiente de la esperanza teme que ocurra lo esperado, y quien teme espera que no ocurra lo temido, por lo que esperanza y miedo conforman una pasión triste que merma nuestra capacidad de acción haciéndonos pensar cosas irracionales, supersticiosas, al no tener nuestro pensamiento asiento en la razón. Así, la superstición para Spinoza es la creencia en cualquier cosa, y como nuestro ser está expuesto a la mudable fortuna de la naturaleza, esta creencia es tan cambiante como pasajera.
Esta circulo vicioso que trazan el miedo y la esperanza tiene su reflejo en la política pues no en vano es en la democracia -"asamblea de todos los hombres que tienen colegiadamente soberano derecho en todas las cosas que pueden"- donde Spinoza fía la dinámica multitudinaria capaz de aportar felicidad a los hombres en tanto en cuanto contribuye a aumentar la potencia de estos, a no ser que se muevan por la superstición y entonces la política “consiste en llenar a la multitud de miedo y de una vaga esperanza, de modo que las personas luchen intensamente por su propia sumisión al poder. Empiezan a creer en las supersticiones (la estrellita, las banderas, los frentes, los guiños a la izquierda) no por ser engañados, sino porque se constituyen afectivamente por el engaño, porque necesitan de él, necesitan transformarlo en verdad.” (Izquierda, Spinoza y voto crítico. Bruno Cava). Pongamos atención: creemos en las supersticiones para constituirnos afectivamente por el engaño, porque necesitamos una “verdad” a la que agarrarnos. Y esa verdad, esa superstición, es, en nuestro caso, la “izquierda”, una invocación, como nos dice Bruno Cava, que siempre termina conduciéndonos a su defensa porque instalados en el eje izquierda-derecha, a la izquierda le basta, al contrario que a la mujer del César, con parecer honrada sin serlo, resultando que el “voto crítico” a todo gobierno por no ser lo suficientemente de izquierda es inocuo.
Habría que reflexionar entonces hasta qué punto esa falsa idea, esa superstición de 'la izquierda', es causante de decepción para algunos y enfado para otros, pero evidencia en definitiva de una ilusión política inexistente que sólo funciona como retablo de las maravillas cervantino para capturar la potencia de la gente. Habría que recordar ahora la apelación impolítica de la noche electoral del 24M a un 'gobierno de la izquierda' en vez de a 'un gobierno de cambio', trocando el empoderamiento de la gente por su sumisión a una identidad supersticiosa. Hay toda una 'complicidad' subconsciente de la que el PSOE sabe aprovecharse muy bien valiéndose como se vale de la complicidad consciente con el PP. Son las típicas pasiones tristes que las gentes del poder alimentan en nosotros para disminuir nuestra comprensión, nuestra capacidad de acción, nuestra rebelión. Pues como nos recuerda Deleuze, "tienen necesidad de la tristeza: solo pueden reinar sobre los esclavos, y el esclavo es precisamente el régimen de la disminución de potencia.”
Pensar que la secuela del PSOE gobernante en la legislatura 2003-2007, esa de cuyo nombre no quiere acordarse la temerosa auditoría, pudiera subordinarse al cambio decretado por las urnas en las municipales -que no 'a la izquierda'- era engañarse. Una superstición que podría haberse exorcizado precisamente con la investidura si ésta hubiera sido publicada a los cuatro vientos y con refrendo multitudinario, porque donde hay participación no hay temor ni esperanza, sino inmanente razón conjunta. El pleno de investidura abría la posibilidad, una vez cerrado el paso al PP, de publicitar una legislatura donde la participación de la gente tomara cuerpo en las instituciones municipales, auténtico veredicto mayoritario de las urnas más allá de siglas e ideologías. Con tal condicionante, una vez que el PSOE tirara por la borda la posibilidad de un gobierno de confluencia en Aranjuez, como era previsible que iba a hacer y ha hecho, la denuncia pública del trampantojo sería expuesta en bandeja de plata y el único reproche que cabría sería apoyarlo.
Pero Aranjuez parece ser un ecosistema político único, y tras el tsunami municipalista del 24M en pocos municipios vamos a ver pactos entre el PSOE y el PP como el de Aranjuez. En pocos sitios como aquí el clientelismo y las supersticiones de la 'izquierda' lastran tanto a la ciudadanía. En pocos sitios como aquí el 15M y sus derivados políticos han sido tan intrascendentes. Se pregunta Santiago Alba Rico si podemos ser de izquierdas. Cabe pensar que sí siempre que, parafraseando a Cortázar, no hagamos de ella una puta vestida de rojo.
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