“Recoger todas las plantas y cuerpos preciosos (...) para llenar el Jardín y
el Gabinete de Historia Natural.
Estudiar las producciones útiles para el comercio e industria”
Hoy hablamos de otro español olvidado, el farmacólogo y botánico Juan
José Ruperto de Cuéllar y Villanueba quien dominaba ambas sabidurías
tan relacionadas entre sí.
Cuéllar nació en 1739 muy probablemente
en el Real Sitio de Aranjuez, muriendo en 1801 en Ilocos, en las
islas Filipinas, y de 1786 a 1797 lideró la Real Expedición Botánica al
territorio español de las islas Filipinas.
La antropóloga Mª Belén Bañas Llanos, estudiosa y biógrafa de la figura
de Cuéllar, sitúa el origen de Juan José Ruperto de Cuéllar y Villanueba en el Real Sitio de Aranjuez, vinculado a una familia dedicada al
cuidado y cultivo de los Reales Jardines hasta principios del siglo XVIII.
Sus padres también gestionaron una farmacia.
El futuro botánico dio sus primeros pasos en la botica que sus padres
regentaban en Aranjuez, pero lamentablemente su padre murió al poco
tiempo y su madre contrajo segundas nupcias con Manuel Ordóñez, a
quien el rey había nombrado regente de la botica. Poco más se conoce
de la infancia y juventud de Juan de Cuéllar, quien, al morir su madre
en 1760, se traslada a Madrid tras vender unos olivares que le habían
correspondido en herencia y cobrar la parte económica que le
correspondía compartir con sus dos hermanos menores, a cargo del
tutor Manuel Ordóñez.
En diciembre de 1760 compró una farmacia en la calle de Atocha, en
Madrid, y entró en el Real Colegio de Farmacéuticos. Al finalizar el
curso, continuó su asociación con el Colegio en varias cargos de
importancia y responsabilidad como primer secretario, fiscal
general, fiscal y segundo secretario, todo ellos en diferentes
momentos. Alrededor de 1781 se vio obligado a renunciar a su
farmacia por razones financieras.
En 1765, el fiscal de la audiencia de Manila, Francisco Leandro de
Viana, publicó el tratado titulado “Demostración del mísero deplorable
estado de las islas Filipinas” con el objetivo de lograr que las islas
dejasen de ser gravosas y se convirtiesen en fuente de riqueza sacando
de aquel territorio toda la rentabilidad que ofrecía. Para ello planteaba
la creación de una compañía de comercio, de capital español, y que
realizase sus viajes por el Cabo de Buena Esperanza, lo que reducía a la
mitad la duración del viaje, ya que desde el Tratado de Límites en 1750, las cosas cambiaron para España, que, hasta entonces, había
tenido vedado el paso por esa vía marítima.
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José Antonio Crespo-Francés
Coronel en reserva y ex Concejal de Aranjuez
Su página: Españoles Olvidados
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